lunes, 14 de abril de 2014


                                                              DIEGO DEL GASTOR


Es el nombre artístico de Diego Flores Amaya, nació en Arriate en Málaga en 1908 y murió en Morón de la Frontera en Sevilla en 1973. Vivió desde niño en El Gastor en Cádiz hasta 1923 es, de donde tomó su nombre artístico. Ese mismo año, en 1923 se avecindó en Morón de la Frontera. Formado por sus propios hermanos mayores, Pepe y a José Naranjo Solís curso tres años de solfeo y siguió de manera autodidacta. Fue un gran improvisador con la guitarra, lo que provocaba una inusual reacción de los propios cantaores que se sentían más motivados. Las relaciones con la Base Aérea Hispano Norteamericana de Morón le llevaron a tratar de hacer fusiones con la música negra estadounidense.

Hay quien considera que tuvo como maestros a su hermano Pepe y a José Naranjo Solís. También se ha afirmado que José Naranjo no tuvo gran influencia en la formación del toque de Diego del Gastor; no obstante Sody de Rivas, autor de una biografía del guitarrista, atestigua que "Diego lo citaba siempre como maestro del que recibió lecciones". El mismo Sody de Rivas asegura que "Pepe Naranjo fue una pieza clave en la configuración de lo que se ha denominado `toque de Morón`".

Existe la opinión muy generalizada de que la tradición guitarrista de Morón se debe a la herencia dejada por tocaores como José María Álvarez ("Niño de Morón"), Pepe Mesa y Pepe Naranjo, tradición de la que se benefició Diego del Gastor, aportando a su vez su extraordinario talento musical. Esta idea ha dado motivo al nacimiento de la llamada "escuela de Morón", caracterizado por la simpleza técnica de su toque, basado en el pulgar y en sus alzapúas.

Este guitarrista desarrolló su trayectoria se desarrolló principalmente en reuniones de cabales, salvo esporádicas actuaciones en público y en programas de televisión, lo que no fue impedimento para que su fama llegara a ser universal, dada las características personalísimas de su toque, con el que acompañó a grandes figuras del cante, pertenecientes a distintas generaciones.

Sus primeras falsetas o variaciones se las puso su hermano y él continuó su formación, de manera autodidacta, en reuniones y fiestas de ámbito reducido en un sistema de aprendizaje que influyó a la creación de un estilo personal casi intransferible. Fue un genial guitarrista solitario y, por supuesto, un acompañante imprescindible para cantaores de influencia cercanos a su zona geográfica: Fernanda y Perrate de Utrera, Juan Talega de Dos Hermanas o su cuñado Joselero de Morón -aunque nacido en La Puebla de Cazalla-, así como todos aquellos que presenciaron los años felices y románticos del Morón de la segunda mitad del siglo pasado.

Allí, en aquel pueblo enclavado entre la campiña y los últimos coletazos de la serranía rondeña, se dieron una serie de circunstancias que enriquecieron a la larga cultura musical de nuestro país. La base americana trajo soldados y aviones y, con ellos, discos de artistas ‘yanquis’ cuyo sonido se fue mezclando paulatinamente con la propia música de aquella parte de Andalucía. Se fue generando así un caldo de cultivo de entendimiento y de verdadero diálogo musical. En los años sesenta empezaron a llegar jóvenes americanos que huían de los reclutamientos para luchar en Vietnam o que simplemente buscaban nuevas experiencias, nuevos paisajes y nuevas músicas. Diego del Gastor se convirtió en un gurú para aquellos jóvenes que comprendieron que estaban ante un músico excepcional que, sin embargo, manifestaba su arte en ámbitos muy reducidos por convicción personal. El flamenco que surgía de las cuerdas de la guitarra de Diego era tan íntimo, que no se parecía a nada de lo que se había hecho hasta entonces.

Desde los primeros años de su vida artística Diego seguía las actuaciones de los grandes de la guitarra flamenca y, en concreto, hubo dos figuras el toque flamenca a los que admiraba en el inicio de su carrera: Niño Ricardo y Ramón Montoya. No obstante, su propio carácter le impidió siempre cualquier impulso de aproximación personal a dichas figuras. El del Gastor se encontraba siempre muy a gusto en el ámbito de pequeños círculos de aficionados con los que compartía modestas juergas.

Un hecho cardinal en la vida de Diego del Gastor fue su encuentro con el Donn E. Pohren. En 1961 Pohren llegó contratado como empleado administrativo a la base aérea de Morón. Se conocieron durante la celebración del "V Potaje de Utrera" y dos días después Pohren fue a Morón a buscar al guitarrista al que encontró en plena juerga iniciada con sus amigos de Utrera durante la fiesta citada.

El arte y la personalidad de Diego cautivó al norteamericano, hecho este que se refleja claramente en la idea que se formó del artista: "Cuando acompaña es una gloria observarlo. Pierde todo el sentido de donde está y de autoconciencia a medida que se va identificando visiblemente con el cantaor. De manera instintiva sabe el tiempo que el cantaor va a mantener una nota, cuándo se va a parar y el tipo y longitud de las falsetas que debe insertar, para hacerse del ambiente e identificarlo. Cuando el cantaor consigue interpretar bien un tercio particularmente difícil, Diego se llena de alegría, como si fuera él el que lo hubiera cantado, a la par que se siente inspirado, hacia un toque todavía mejor".

No cabe duda que la guitarra de Diego ofrece otra escuela de claro signo local. Escuela que Barroso define como “toque de gran simpleza técnica y corto repertorio pero de notas negras donde las haya”, añadiendo que esta técnica se basaba principalmente en el pulgar y sus alzapúas.

Diego el del Gastor es considerado guitarrista poco menos que legendario por José Manuel Caballero Bonald.

Su arte ha suscitado poemas de José Bergamín y Alberto García Ulecia entre otros autores, así como glosas exaltativas de numerosos flamencólogos, entre las que seleccionamos los siguientes párrafos:


Francisco Ayala: “El toque de Diego contiene más alma – más duende – que el toque de cualquier otro guitarrista flamenco hoy día. Diego no se adhiere a la corriente moderna de la velocidad y el lucimiento personal, admitidamente necesarios para aquellos que deben competir en el ambiente comercial del flamenco. Por el contrario, retiene tenazmente la sencillez de los tiempos pasados, antes de que la guitarra flamenca se convirtiera en un instrumento de virtuosismo, cuando todavía era fundamentalmente un medio genuino y primitivo de expresar lo hondo… Otras facetas que contribuyen a la grandeza del toque de Diego son su exquisito talento para acompañar el cante – especialmente el cante gitano – y el hecho de que mucho del material que toca es de su propia creación, el cual, en la actualidad, forma el núcleo de una autentica escuela y estilo. Pero lo más importante de todo, no es lo que toca, sino como lo toca. Diego posee el corazón y el talento de convertir, incluso la falseta más anodina, en una red que va tejiendo, hasta capturar la más pura expresión de un arte, que no es simplemente un aluvión de notas, sino una expresiva combinación de música y alma”

Juan J. García López: “En el Japón su estilo está pedagógicamente sistematizado en los conservatorios; en Nueva Y
ork existe una escuela de guitarra que estudia sus formas y modos artísticos. Esta escuela lleva su nombre. Por España e Iberoamérica el mensaje lo portan sus sobrinos, fieles traductores a la casa y al noble empeño de Diego: Un sello que no se vende.

Fernando Quiñones: “Su clase guitarristica correspondía a una personalidad humana, simultáneamente poderosa y delicada. Su toque, abundante en variaciones muy originales y flamencas. Con él pierde la guitarra una de las mejores figuras.

Julio Vélez: “Al final de sus actuaciones en público a las que Diego tenía tanto miedo, y tras los aplausos, no inclinaba la cabeza en señal de agradecimiento, solo mostraba la guitarra, y con una mirada especial parecía recordarnos que solo hacía lo que la guitarra le dijese que hiciera. En estos festivales, Diego era bien distinto a las reuniones de amigos. Lo que en éstas eran el valor y la entrega, en aquellas aran el miedo y el respeto. Diego no gustaba de aplausos y el ruido, solo pertenecía al silencio, y al final, y el ruido pudo más que él mismo. El silencio que alrededor de su persona quiso construir fue roto por comerciantes y vendedores de música. Cintas con grabaciones de Diego atravesaron las fronteras y fueron vendidas a precios desorbitantes. Mientras Estados Unidos podía oír el toque de su guitarra, en muchas comarcas españolas continuaba completamente ignorado. Mientras más contratos rechazaba, más venían. Mientras más se ocultaba, más buscado era”.

José Manuel Caballero Bonald: "Sus falsetas y variaciones se han hecho célebres. Y su poder creador, ligado a la vez a una tumultuosa intuición popular y a una evidente delicadeza de origen, es realmente admirable (...) Sus improvisaciones, sus bellísimas disonancias, poseen una inconfundible personalidad. No es, sin embargo, esta guitarra -como podía preverse- una guitarra gitana, en el sentido de apoyo en los bordones y de arañante hondura melódica que suele darse a este término. El toque de Diego posee una abundante dosis de virtuosismo; a veces, algún acorde, algún refinado concepto del compás, delatan cierto sabor clásico. Tal vez Diego sea un guitarrista que une una asombrosa técnica a un magistral sentido de la inspiradora raíz del flamenco, es decir, que es culto gracias a su sola intuición popular..."
El mismo año de su muerte, 1973, la Cátedra de Flamencología y Estudios Folklóricos de Jerez de la Frontera, le otorgó el Premio Nacional de Flamenco, correspondiente a la enseñanza ya la maestría. Participó en la antología discográfica Archivo del Cante Flamenco, y el programa televisivo Rito y Geografía del Flamenco tiene por sintonía su guitarra. Al morir, fue suspendido el tradicional festival El Gazpacho de
Morón, y en 1974, en Morón de la Frontera se rotuló una calle con su nombre y tuvo lugar el 13 de julio, en los Jardines de la Alameda, la inauguración de un monumento a su memoria, consistente en un busto obra de Juan B. Britto, con la asistencia de autoridades locales y la presencia de numerosos artistas, entre ellos Antonio Mairena, Fernanda y Bernarda de Utrera, Joselero, El Andorrano y Ansonini, gran cantidad de aficionados, miembros de tertulias y peñas flamencas y flamencólogos.

Sonar al mismo tiempo a nuevo y a viejo es una cualidad que tienen muy pocos compositores. Estar entre la tradición y la permanente modernidad está al alcance tan sólo de los genios de la música. Así fue, así es y así será el toque de guitarra de Diego del Gastor, el de la ‘cuerda pelá’, el del toque de pulgar tan complejo como minimalista.


















Por Juan Jose Gil Sanchez.
LO JONDO POR DERECHO.

Colaborador Fundación Guitarra Flamenca.
www.fundacionguitarraflamenca.com


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