miércoles, 21 de mayo de 2014







¿QUÉ SABEMOS DE MANOLO SANLÚCAR?


Cuando la abrupta partida de Paco todavía nos resulta muy dolorosa y difícil de asumir como realidad y cuando hace un tiempo Manolo Sanlúcar anunció su retiro de la actividad pública en la faceta de concertista y de los tres “patriarcas” de la tercera etapa histórica de la guitarra flamenca solo el querido maestro Víctor Monge “Serranito” continúa con esporádicas apariciones, no es malo sentarse un ratito, tal vez con una copa de vino, a mirar por la ventana y acordarnos de alguien que también ha tenido mucho que decir…y ha dicho mucho.

Al formular la pregunta “¿Qué sabemos de Manolo Sanlúcar?” no estoy preguntando, por ejemplo, si alguien ha sabido algo de él o preguntando si conoces su biografía porque eso lo puedes encontrar en Internet. Lo que estoy preguntando es qué sabes sobre su música, su manera de hacer flamenco, sus aportes y su personalidad.
Sin olvidar que la cuestión pasa por el terreno de los gustos personales, lo que merece toda mi consideración, no es menos cierto que he escuchado muchas veces opiniones sobre Manolo que carecen de toda base, fundamentalmente por falta de conocimiento. Hay quienes consideran que Manolo “es muy clásico”. No sé si tendrán del todo claro qué significa ser “clásico” en el ámbito de la guitarra flamenca, pero me temo que quienes opinan de ese modo no han escuchado a los verdaderamente “clásicos”, entendiendo por “clásico” aquello que en realidad deberíamos denominar “tradicional”, porque vaya si Manolo ha sido también un innovador. Otros opinan que es muy barroco, queriendo tal vez decir con eso que es muy complejo en su lenguaje musical y guitarrístico. Si bien lo es en cierta medida, porque tocar a Sanlúcar no es cosa sencilla, me parece que para entender ese supuesto “barroquismo” hay que haber escuchado mucho flamenco pero sobre todo mucha música no flamenca (barroco en especial) y no tengo la sensación de que sea el caso de quienes le llaman "barroco".

Revisemos un poco ambas expresiones. De la primera, es decir que Manolo es muy “clásico” se pueden hacer dos lecturas diferentes. Si escuchamos los primeros discos de Manolo Sanlúcar, es decir “Recital Flamenco” y la trilogía “Mundo y Formas de la Guitarra Flamenca”, discos que corresponden a una etapa veinteañera de comienzos de los ’70, está claro que nos parecerá “clásico”. No obstante, afirmo categóricamente que “Mundo y Formas de la Guitarra Flamenca” en sus tres volúmenes es una verdadera clase magistral en tres tomos: una guitarra completamente desnuda, desprovista de todo aderezo instrumental, que aborda 19 estilos a través de composiciones de gran calidad cuyo lenguaje roza indistintamente el de Javier Molina y el de Niño Ricardo, referentes máximos de la época en España (porque Sabicas ya estaba en Estados Unidos) y grabados con los recursos que existían en ese tiempo, sin posibilidades de “pinchar” y “reparar” como se puede hacer ahora, lo que significaba tocar cada pieza de un tirón y si algo salía mal, tocarla íntegramente de nuevo. De pasito, me pregunto –y te pregunto a ti, amigo- qué guitarrista de la actualidad graba 19 composiciones propias en 19 estilos flamencos. De hecho, creo que ninguno de los que critican y descalifican a Manolo Sanlúcar.
Sí, esos discos pueden sonar tradicionales, pero solo esos discos suenan de ese modo, ya que “…Y Regresarte” (1974) es absolutamente otra cosa y mientras Paco todavía no estaba seguro de querer poner percusiones en sus discos y bastante le había costado decidirse a incluir un bongó y un bajo eléctrico el año anterior en “Entre Dos Aguas”, Manolo ya ponía la batería, el bajo eléctrico, la guitarra eléctrica, la flauta y el piano. Por lo tanto reafirmo mi impresión de que quienes encuentran que Sanlúcar es “muy clásico”, primero, no han escuchado bien ese disco y mucho menos lo han contextualizado en la época en que fue grabado: lo de Manolo Sanlúcar era ya una aventura innovadora, obviamente rechazada por los puristas. Pero tengo serias dudas de que quienes encuentran que Manolo es muy “clásico” tengan la capacidad de diferenciar entre “tradición” e innovación” y por lo mismo decir que Manolo Sanlúcar es “muy clásico” revela una gran falta de interés real por el mundo de la guitarra, y por el mundo de la música.




La otra posibilidad es que digan que Sanlúcar es muy “clásico” porque la elaboración de sus temas y de su música en general pudiera recordar la manera en que estructuraron sus obras aquellos grandes  maestros de la escuela europea de diferentes etapas históricas, a los que se denomina por extensión “clásicos”, vale decir, con conceptos de armonía y contrapunto que no podemos encontrar en otros músicos flamencos de esa época.
Vamos ahora a otra expresión que he escuchado en torno a Sanlúcar: el “barroquismo”. Partiendo del hecho de que esto tiene que ver también con lo anterior, supongo que este término se ha ocupado para decir que es complejo, rebuscado o, en el mejor de los casos, retórico en su lenguaje musical flamenco. Evidentemente si comparamos la música de Sanlúcar con la de otros guitarristas de su tiempo y aún con el de algunos muy actuales, viene a resultar que lo de Manolo es bastante más y mejor elaborado. Razones para eso hay muchas, empezando por el hecho concreto de que Manolo Sanlúcar es un MÚSICO flamenco. Cuando digo MÚSICO, estoy diciendo que es una persona que ha estudiado música, armonía, orquestación, sabe perfectamente qué está haciendo y no se guía solo por el instinto, también llamado “intuición”. También hay que decirlo, Manolo es un hombre sumamente culto que ha escuchado mucha música en su vida, no solo flamenco, que ama la pintura, la literatura, todo lo que sea arte. Esto lo pone ya en un plano diferente y desde ese plano es un error suponer que iba a decir lo mismo que los demás y de la misma manera. Si nos fijamos bien, veremos que Manolo ha hecho casi todo de manera diferente a lo que podríamos denominar “convencional” y eso es lo que siempre se ha dicho también, y con toda justicia, del añorado Paco.

Manolo Sanlúcar, desde su condición de músico, ha hecho a la música flamenca aportes que nadie más ha podido hacer y esto es algo que hay que conocer para poder aquilatar su obra de modo más objetivo. Una de sus metas ha sido siempre la de llevar la música flamenca a un plano diferente, que la orquesta toque música flamenca incluso sin la guitarra y que aquello que él denomina la corriente “escolástica” aprenda a sentir por la música flamenca el respeto que merece. A mediados de los ’70, graba su primera obra para guitarra y orquesta, la “Fantasía”, en cuatro movimientos y con orquestación hecha por su hermano Évora. Esa obra fue un suceso, por cierto entre quienes nunca habían escuchado algo así y entre el público más culto, que no entre los puristas de siempre, los sacerdotes de la tradición que menospreciaron la “Fantasía” diciendo que eso no era flamenco, aunque para saber que eso es flamenco de tomo y lomo basta, simplemente, con no ser sordo, pero cuidado, es necesario también saber de flamenco algo más que lo que saben quienes para definir un estilo no tienen más elementos que la letra del cante.
Luego vino “Medea”, escrito para el Ballet Nacional de España, también con orquesta (re grabado y reeditado hace pocos años), una obra monumental y de una enorme belleza. Luego está “Trebujena”, un concierto para guitarra y orquesta de cámara en Re Mayor que, salvo los que estuvieron en el estreno y en las contadas ocasiones en que se volvió a tocar, muy pocas personas en el mundo conocen (se grabó en directo y nunca se publicó) pero es una obra sumamente bella y bien construida que he tenido la suerte de escuchar hace pocos años.







Sin olvidar “Tauromagia” y “Locura de Brisa y Trino”, dos discos de culto de los que el segundo ha sido el menos comprendido, no se puede dejar de mencionar otra obra aún menos entendida –y por lo mismo la menos comentada- por quienes vieron en ella un devaneo casi inútil y obviamente cualquier cosa menos música flamenca pero considero que es la más completa y monumental construida por músico flamenco alguno: la “Sinfonía Aljibe”. Estrenada en Málaga en 1992 y aplaudida por más de 10 minutos por el público, esta sinfonía, de 4 movimientos y compuesta y orquestada íntegramente por el propio Manolo Sanlúcar (favor tomar nota: dije compuesta y orquestada íntegramente por Manolo Sanlúcar) contempla la participación de las voces de Charo Manzano y José Mercé y el cajón de Manolito Soler, o sea, “casi ná”. Es obvio que una sinfonía no va a ser del agrado de aquél que jamás escuchó una, que jamás se sintió interesado por algo más que su instrumento y la música que cree conocer, pero para quienes han transitado también otros caminos, una sinfonía es algo importante y seguramente conocen las de Beethoven, las de Brahms, las de Schubert, y entonces no le parece descabellado que exista una sinfonía flamenca y “no le da lata” escucharla a ver de qué se trata. Pero “Aljibe” está ahí y es un gran filtro para separar a los que son de verdad músicos -o amantes de la música- de los que piensan que el flamenco tiene que ser solo tripas, solo familia, solo barrio y solo herencia, que está bien y merece mucho respeto, pero que piensan que cualquier aventura que no se enmarque dentro de esos parámetros testimoniales puede ser descalificada incluso antes de ser escuchada.



Fuera de su música, Sanlúcar ha sido un auténtico activista en defensa del flamenco y muy especialmente de la guitarra flamenca, reivindicándoles cada vez que ve la oportunidad frente a quien quiera escucharlo. Si el flamenco está hoy en poquísimos conservatorios de España y si mañana llegara a estar en casi todos, se deberá en buena medida al tesón y a la valentía de Manolo, que no ha tenido inconveniente en enemistarse con personas e instituciones políticamente más que importantes para el flamenco y ver su nombre marcado en lista negra en muchos eventos.
A Manolo no se le ha entendido y eso también ha sido una cuestión tangible. Un ex alumno mío, que estuvo hace unos años en sus clases en Córdoba, me contaba que luego se fue a Jerez y estuvo un rato mirando una clase de un cursillo que daba allí otro connotado guitarrista y se encontró con uno que había sido compañero suyo dos semanas antes en Córdoba, y que le dijo que “este sí era un buen curso, pues el profesor le había enseñado cerca de 15 falsetas en dos días, mientras con Sanlúcar no había aprendido nada…”. Es obvio, no aprendió porque no entendió que esto no consiste en saber muchas falsetas sino en saber cómo, por qué y para qué tocarlas de esa o de este otra manera y, muy especialmente, en saber lo que hay que saber para, lo antes posible, componer las propias falsetas y no para ir a pagarle a otro para que te enseñe las suyas. Lo de Manolo Sanlúcar va por otro camino, pero para entender eso hay que estar preparado.
No es justo olvidar que en este aspecto, el de la docencia, el de Sanlúcar también ha marcado un camino importante que otros grandes maestros no han andado porque no les interesó, no supieron hacerlo, no tuvieron tiempo o simplemente no les hizo falta. No es que a Manolo sí se la hiciera, pero asumió esa faceta con generosa dedicación y sus resultados están a la vista: hay huellas indelebles de su enseñanza en nombres como Rafael Riqueni, Vicente Amigo, Pedro Sierra, José Antonio Rodríguez, David Carmona, Antonio Ruiz y muchos otros que son importantes. Y eso no es menor.










He tenido la fortuna de conocer a Manolo, compartir con él cenas, caminatas, reflexiones, chistes y penas, conversaciones de horas y conozco bien esa manera suya de saludar como si hubiera comido contigo el día anterior, aunque no te haya visto en años. No siempre he estado de acuerdo con él en absolutamente todo porque a Manolo yo no lo venero: lo quiero como a alguien de mi familia, como si fuera uno de esos tíos regañones con los que uno se encariña para la vida entera y por todo esto es que yo sé que no es perfecto, que ha cometido errores como todas las personas, que no es un santo y mucho menos “dios” y que a veces su carácter se torna difícil, pero te invito a que, antes de opinar de manera liviana y carente de razones serias, revises su obra, la conozcas  y, si puedes, tómale el peso a lo que ha hecho; anda a sus clases, escucha lo que tenga que decirte, aprende de eso y sobre todo, como el mismo Manolo ha dicho, “asegúrate de si aquello que no te gusta está exento de valor o es que tú no estás preparado para entenderlo, pues la arrogancia cierra las puertas del conocimiento…”
















Por Carlos Ledermann

Colaborador Fundación Guitarra Flamenca.
www.fundacionguitarraflamenca.com 




1 comentario: